Nota de opinión de nuestro director publicada el 19/01/2021 en el diario Clarín.
Innovar no es sólo hacer algo nuevo, es mejorar lo que ya hacíamos. Innovar es alterar, cambiar algo que nos limitaba en algún aspecto. Es animarnos a mejorar nuestras practicas. ¿Hace cuanto tiempo venimos hablando de innovar en educación? Este año innovamos, sin duda, trabajamos de una manera nueva y distinta. Ahora tenemos que evaluar qué de esa innovación queremos sostener y cómo.
Durante este tiempo de pandemia hemos visto miles de docentes innovadores generando nuevos materiales, contactando a sus alumnos por nuevos medios, impulsado radios escolares, buscando aprendizajes colaborativos, desafiándose con nuevas estrategias.
De la noche a la mañana, esos docentes reinventaron sus procesos de enseñanza para permitir la continuidad pedagógica. Esa innovación nos ofrece pistas acerca de lo que son capaces los docentes, de su potencia.
La pandemia es una tragedia que dejará una honda huella en cada uno de nosotros, pero a la vez nos enseñó que es posible recorrer otros caminos, espacios de oportunidad que podremos aprovechar o no.
Mencionaré algunos rumbos, horizontes posibles para caminar hacia una reconstrucción que va a ser responsabilidad nuestra: Reimaginar la escuela. La escuela no es sólo un edificio y la educación no es un proceso que solamente ocurre dentro de cuatro paredes. Tenemos que pensar la escuela de manera más integral. Una escuela de la que todos somos parte. Tenemos que pensar como es la escuela que queremos en base a lo aprendido este año.
Un nuevo maestro es posible: hemos visto grandes maestros innovadores. Tenemos que buscar elementos para sostener a este nuevo docente que ha reflexionado sobre sus propias prácticas para renovarlas.
Qué y cómo enseñar: debemos buscar un nuevo sentido para la educación con espacios para la creación y desarrollo de habilidades. De manera híbrida, debemos acercar los contenidos a las realidades de nuestros estudiantes. Una nueva forma de enseñar y aprender.
Cómo evaluar: estos tiempos nos han desafiado también en la forma de evaluar. Es necesario innovar también allí impulsando una evaluación que confíe mucho más en las capacidades de los estudiantes y de la que ellos sean protagonistas. Una evaluación que mas allá de la nota nos permita saber donde estamos y hacia dónde queremos ir.
Autonomía y formación: después de esta cuarentena no podemos indicarles a los maestros cada tarea que tienen que hacer en la escuela, sino que debemos confiar, acompañarlos, y ofrecerles nuevas herramientas de desarrollo profesional, pues han demostrado una vez más su avidez por continuar su formación.
La familia: se volvió un verdadero sostén del aprendizaje. Padres, madres, tíos y abuelos guiaron y motivaron a los estudiantes al mismo tiempo que lidiaban con su propio trabajo y con los quehaceres del hogar.
Valoración docente: ese involucramiento ha visto de cerca el gran esfuerzo que hacen los docentes por sostener el aprendizaje y ha encendido una admiración de su trabajo.
La comunidad: pudimos redescubrir el valor de las instituciones y las redes virtuales. Puede parecer paradójico que después de meses de cuarentena hayamos concluido que ya no es posible trabajar de forma aislada.
Un cambio cultural para la educación: la escuela ha estado en boca de todos, ha ocupado titulares en los diarios y reflexiones familiares. Tal vez, el desafío sea que la educación siga siendo un tema central. Que ese debate se centre en las soluciones.
Por todo lo expresado, en una sociedad solidaria, colaborativa, que confía en el de al lado, que se involucra, que valora a sus docentes, otra educación es posible. Y la necesitamos más que nunca.
Agustín Porres es Director Regional LATAM de Fundación Varkey
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