Descubrir al maestro

11 Sep 2019 | Agustín Porres

Hoy más que nunca necesitamos docentes empáticos, que alienten la reflexión, que generen sentido, curiosidad, iniciativa, flexibilidad y trabajo en equipo. Que generen esa posibilidad del asombro porque locomotora de la curiosidad arrastra la imaginación, la creación, la ciencia, la tecnología y la innovación.

Descubrir al maestro

 

En este gran cruce de caminos que es el mundo, los maestros son la brújula que nos señala cómo caminar en la encrucijada. Hoy, más que nunca, son ellos quienes nos enseñan a leer y escribir el mundo. Mas allá de todas las valiosas herramientas tecnológicas, sólo las personas pueden enseñar a vivir entre las personas.

Allí aparece la escuela, donde los chicos se encuentran con “el otro”, que llega desde un hogar distinto y que reclama el desafío de la convivencia.Pero nada de esto se aprende en soledad, en aislamiento. Los maestros nos enseñan a vincularnos y ayudan a los chicos a explorar sus pasiones.

Hoy más que nunca necesitamos docentes empáticos, que alienten la reflexión, que generen sentido, curiosidad, iniciativa, flexibilidad y trabajo en equipo. Que generen esa posibilidad del asombro porque locomotora de la curiosidad arrastra la imaginación, la creación, la ciencia, la tecnología y la innovación. Necesitamos maestros que ayuden a los niños a descubrir aquello que los apasiona.

No importa lo que sea, lo importante es que los chicos encuentren su pasión porque todos tienen un llamado, algo que los puede hacer saltar de la cama en la mañana. Tal vez el combustible renovable más preciado de la humanidad sea la pasión. Es un enorme impulso que mueve a la acción de cada persona, en cada minuto. Esa pasión produce nuevas experiencias y ofrece un nuevo sentido a la existencia a pesar de cualquier obstáculo que pueda a surgir. ¿Y cómo podemos acceder al yacimiento más valioso de la humanidad? La respuesta es “con los maestros”.

Es esencial contar con maestros cazadores de talento y pasión. Cuántas veces la pasión del alumno se despierta más por la adhesión a su maestro que por la inclinación a una materia específica. Necesitamos dejarnos arrastrar por la humanidad de esos grandes maestros.

Casi siempre que pregunto a los maestros dónde buscan su fuego interior me responden que lo hacen indagando en sus alumnos. Y aquel día que descubren el talento, la pasión de alguno de sus alumnos, ese -me dicen- es su “día feliz”.

Lo escucho siempre, en casi todas las escuelas que conozco: el maestro que descubre la potencia, el talento, la pasión de un niño o niña renueva sus energías. Esa tarea de exploración depende del tipo de relación que establezca con el estudiante. El maestro no es un inventor, no es un hipnotizador ni un entretenedor. Es un descubridor. Alguien que des-cubre, que quita el polvo de lo que está cubierto, tapado. En Argentina hay enormes maestros y no podemos dejarlos solos. Aplaudamos cada día a esos maestros y que ese día feliz no sea sólo el tiempo de descubrimiento, sino el de la búsqueda. Que cada día sea un feliz día, maestros.